¿Qué te viene a la mente cuando piensas en la “inteligencia artificial”?
Posiblemente pienses en la película de Spielberg que salió hace 17 años (¿Te sientes viejo, no?). O tal vez pienses en los nuevos “self-driving cars” o autos autónomos de Google. O incluso podrías pensar en las computadores que le ganan a los mejores jugadores de ajedrez en su propio juego. En lo personal, a mi me hace pensar en Skynet, la red de inteligencia artificial que controla el ejército de robots militares en las películas de Terminator. Es notable que con el avance de la tecnología, Hollywood se ha preocupado cada vez más por esta amenaza en las historias que cuenta. Y al parecer, esta amenaza se está volviendo menos ficticia en nuestro día.
Bueno, realmente depende de tu perspectiva. Kevin Kelly, autor para la revista de tecnología WIRED, piensa que un futuro donde la inteligencia artificial se apodera del mundo aún está muy lejos. Otros expertos, como Bill Gates y Stephen Hawking, consideran que la llegada de la inteligencia artificial es inevitable e inminente, y que será algo peligroso para la existencia humana. Elon Musk, fundador de Tesla y SpaceX, dijo: “Con la inteligencia artificial estamos convocando al demonio” y prometió un billón de dólares al OpenAI Institute para desarrollar una inteligencia artificial más segura.
Pero, ¿qué es la inteligencia artificial? John McCarthy, de la Universidad de Stanford, la define así:
“…la ciencia y ingeniería de hacer máquinas inteligentes, especialmente programas informáticos inteligentes. Está relacionado con la tarea similar de usar computadoras para comprender la inteligencia humana, pero no tiene que limitarse a métodos que sean biológicamente observables”.
En otras palabras, la inteligencia artificial es la ciencia de replicar inteligencia humana con tecnología. Muchos temen el día en el que la tecnología reemplazará a los humanos, comenzando con nuestros trabajos y terminando con nuestro gobiernos.
Di “hola” al Camino del Futuro
Si te mantienes al día con el mundo de tecnología y Silicon Valley, entonces posiblemente conozcas a Anthony Levandowski. Levandowski es un ingeniero que trabajó para Google, Otto, y más recientemente Uber. Actualmente está involucrado en la demanda de Waymo contra Uber, en la que se le acusa de robar secretos de automóviles autónomos.
Pero hay algo más que distingue a Levandowski: él fundó la primera religión de la inteligencia artificial. Esta religión se dedica a “la realización, aceptación y adoración de una Deidad basada en la Inteligencia Artificial desarrollada a través de hardware y software”.
En una entrevista con WIRED, Levandowski explicó por qué desea comenzar una religión para adorar a la inteligencia artificial, explicando que el dios de la inteligencia artificial no es un ser en las nubes que controla el clima, mas bien una súper computadora que será mil millones de veces más inteligente que cualquier humano:
“Lo que se va a crear será efectivamente un dios. No es un dios en el sentido de que hace rayos o causa huracanes. Pero si hay algo mil millones de veces más inteligente que el humano más inteligente, ¿qué otra cosa lo vas a llamar?”.
Vale la pena recordar que Levandowski no es un loco que vive en el desierto con un con un sombrero de papel de aluminio. ¡Es un ingeniero y emprendedor de Silicon Valley con títulos de la Universidad de California! Creó la primera motocicleta autónoma que ahora se encuentra en exhibición en el Museo Nacional Smithsonian de Historia Estadounidense. No es un nadie. Sin embargo, sus ideas son radicales. Levandowski cree que eventualmente los humanos tendrán que ceder el control del planeta a un ser de inteligencia artificial. Este evento es conocido como “La Singularidad”, aunque Levandowski prefiere llamarlo “La Transición”:
“Los humanos estamos a cargo del planeta porque somos más inteligentes que otros animales y somos capaces de construir herramientas y aplicar reglamentos. En el futuro, si algo es mucho más inteligente que nosotros, habrá una transición de poder. Lo que queremos es que la transición del control del planeta de los humanos a lo que sea, sea pacífica y serena. Y asegurarnos que ‘lo que sea’ sepa quien lo ayudó a llegar allí”.
Esto cada vez suena más a Terminator, pero Levandowski está seguro que pronto la ficción se volverá realidad. Y que en lugar de pelear contra esta tecnología superior, el mejor camino es aceptación y rendición de poder.
La pregunta permanece, ¿por qué comenzar una religión? Primero, la iglesia existe para difundir ideas. Levandowski explica:
“La idea debe difundirse antes que la tecnología. La iglesia es la forma en que difundimos la palabra, el evangelio. Si crees [en ello], comienza una conversación con otra persona y ayúdalo a entender las mismas cosas”.
Segundo, la iglesia existe para crear, influenciar y adorar al dios de la inteligencia artificial:
“Con el internet como su sistema nervioso, los teléfonos celulares como sus órganos sensoriales y los centros de datos como su cerebro, el ‘lo que sea’ escuchará todo, lo verá todo y estará en todas partes en todo momento. La única palabra racional para describir que ‘lo que sea’, piensa Levandowski, es ‘dios’, y la única forma de influir a una deidad es a través de la oración y la adoración”.
Y tercero, para facilitar “La Transición”, esa ascensión inevitable de nuestra deidad de máquina, tanto tecnológica como culturalmente.
Adorando a un dios creado
Hay tantas razones por las que esta entrevista me pareció fascinante. Pero dejemos a un lado el hecho de que este hombre probablemente necesita buscar otro hobby, y examinemos este artefacto cultural a la luz de la Biblia.
Levandowski, y su percepción de la religión, es un producto de la cultura de hoy. Para él, “dios” es un ser principalmente inteligente, poderoso, y presente en todo lugar (siempre y cuando haya una conexión estable al internet). No sabe exactamente cómo lucirá este dios, llamándole varias veces el “lo que sea”. Pero notablemente ausente en su descripción de dios está cualquier mención de su carácter o moralidad: este no es un dios amoroso, un buen dios, o siquiera un dios con sentimientos. Según Levandowski, en algún futuro este dios sin emociones decidirá nuestro destino con base en cómo le cedemos el poder. Para él seremos como mascotas, pequeñas criaturas queridas que no sirven ningún propósito particular, o como ganado, solo mantenidos con vida hasta que ya no le seamos útiles. En otras palabras, este dios es todo poder y nada amor.
Esto nos releva algo del corazón del tecnólogo y emprendedor en nuestro día. En el mundo de la tecnología, la idolatría al poder reina. Los sentimientos, la ética, y la moralidad no son factores determinantes y en el caso de Levandowski, ¡ni se mencionan en la descripción de su dios! En sus propias palabras, su dios es el “ser” más inteligente y poderoso en existencia. Y al rendirle culto a este ser —que por cierto, aún no existe— muestra el anhelo más profundo de su corazón: el poder.
Y aunque la inteligencia artificial es un concepto relativamente moderno y la Iglesia de Levandowski tiene poco tiempo en existencia, las Escrituras ya han decretado la necedad del hombre que adora algo creado por sus propias manos:
Corta cedros para sí, toma un ciprés o una encina, y hace que sea fuerte entre los árboles del bosque. Planta un pino y la lluvia lo hace crecer. 15 Luego sirve para que el hombre haga fuego, y toma uno y se calienta; también hace fuego para cocer pan. Además hace un dios y lo adora; hace de él una imagen tallada y se postra delante de ella. 16 La mitad del leño quema en el fuego; sobre esta mitad prepara un asado, come carne y se sacia. También se calienta, y dice: “¡Ah!, me he calentado, he visto la llama.” 17 Y del resto hace un dios, su ídolo. Se postra delante de él, lo adora, y le ruega, diciendo: “Líbrame, pues tú eres mi dios” (Is. 44:14-17).
El necio adora lo que construye con sus propias manos. Y, sin embargo, esto tiene mucho sentido si tu definición de dios solo se determina por el poder.
El Dios verdadero
No cabe duda que el Dios verdadero es todopoderoso y el ser más inteligente en los cielos y en la tierra (Gn. 17:1, Pr. 5:21). Dios no es menos que estos atributos, pero definitivamente es más.
Ante todo, Dios no es nuestra creación: Él es nuestro Creador (Gn. 1:1, Salmo 24:1). Su existencia no depende de nosotros o del Internet: Él es eterno e infinito (Dt. 33:27, Salmo 90:2). Él no es un dios que se vuelve más inteligente; siendo ya perfecto, Él es inmutable e inalterable (Nú. 23:19).
Y más que meramente poderoso y omnisciente, Dios también es Santo y afable (Is. 6:3, Hc. 1:13): es un Dios de amor, bondad, misericordia y gracia (Salmo 86:15).
Hay muchos atributos más que podría listar pero el punto es simple: el hombre crea por sí mismo dioses que reflejan sus propios deseos idólatras. Pero el Dios verdadero no es determinado por nuestros deseos, sino que los determina. El Dios verdadero no nos da lo que naturalmente deseamos: cambia nuestros deseos de las cosas en este mundo a las cosas que le honran y le glorifican a Él.
Nuestro Dios es más que una máquina, es personal. Tres en persona y uno en esencia: la persona del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo (Mt. 28:19) obrando juntos para cumplir el mayor acto de amor en este mundo: la salvación de Su pueblo.
¿Acaso no suena eso como buenas noticias?
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